La yuca, que alguna vez fue relegada al estatus de alimento de subsistencia para los empobrecidos y alimento para animales en algunas regiones de África, ha experimentado una transformación notable y ha surgido como un cultivo lucrativo con una gran demanda, que sirve no sólo como una fuente vital de nutrición sino también como un generador de ingresos constante para los pequeños agricultores en los países en desarrollo,
A diferencia del maíz o el trigo, la yuca, también conocida como tapioca en América Latina y Asia, demuestra ser un cultivo de tubérculos robusto y resistente a la sequía. Sin embargo, su potencial va más allá de su capacidad para soportar condiciones climáticas adversas.
Más allá de su papel como alimento básico y cultivo comercial, la yuca trasciende fronteras y se integra en los tejidos de diversas industrias. Desde el sector farmacéutico hasta la fabricación textil y la elaboración de cerveza, etc., el almidón de yuca demuestra su valor como ingrediente versátil, que da vida a productos que llegan a todos los rincones de la sociedad.
Pero la verdadera esencia de la contribución de la yuca radica en el empoderamiento de los pequeños agricultores y empresarios interesados. Tanto en aldeas remotas como en ciudades bulliciosas, los agricultores trabajan la tierra, cultivando este cultivo resistente que promete mucho más que sustancia. Ofrece dignidad, estabilidad y resiliencia frente a las incertidumbres de la naturaleza.
Más allá de la alimentación del ganado, los subproductos de la yuca, como el orujo del pelado de la yuca, se pueden utilizar en diversas aplicaciones industriales. Estos incluyen la producción de biocombustibles, la generación de biogás y la fabricación de materiales de embalaje biodegradables, lo que contribuye a la sostenibilidad y la eficiencia de los recursos en la agroindustria.
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